Un pasillo largo, con el cemento a los dos lados ofreciéndose a raspar los brazos de quienes lo atraviesan, culmina en una escalera tan empinada como la que lleva a la escotilla de un submarino. Ni bien uno abre la puerta que aparece al final de la escalera, lo recibe el rojo de una lamparita de bajo consumo envuelta en celofán. El cuarto es un cubo sin cuadros, posters, ni manchas de humedad. Lo único que cuelga en una de las paredes es una diana solitaria, con tres dardos clavados en su superficie y un zarpullido de agujeros provenientes de lanzamientos fallidos. No hay mucho más que una computadora, una cama, unos estantes, ropa doblada, un par de libros y una bicicleta.
La luz roja que baña todo, más que dar un aire prostibulario a la habitación, la asemeja a un cuarto de revelado fotográfico. Y es que dentro de ese dormitorio, como sales de plata que esperan a dar con nuevas imágenes a partir del líquido activador, se encuentran, aún gestándose en una computadora de torre solitaria sin WiFi, las últimas canciones de VitaFatale, una de las sociedades de hip hop más interesantes que haya dado Uruguay en los últimos años.
por: Agustín Acevedo Kanopa
fotos: Kanopa / Ariel Ugolino / Equipo de fot Premios 2017
El valor de la juventud en un género que en los últimos años ha bajado la vara etaria a niveles similares a los de la gimnasia artística ya parece un significante vacío, pero hay algo de los veintipoco años de CK (Diego Martín Medina) y CASS (Lucas Arbes) que guarda un sentido perfecto con la música de una banda que cada año parece avanzar sonoramente siete casilleros: años de raperro.
Dos años atrás el dúo VitaFatale abría en los Premios al Hip Hop y se los veía junto a Sandro y Gama de DJ cantar temas de lo que sería su primer EP, Arjé. Estaban vestidos de traje y corbata (mal) anudada, como estudiantes que se acaban de colar a una fiesta de quince, o veinteañeros que asisten a su primera entrevista de trabajo. Ya en esa presentación en la Sala Zitarrosa se pudo prever algo de lo que sería una marca de calidad de la banda: esa extraña sincronía entre el rapeo lúdico e hiperactivo de CASS y el estilo más hipnótico y relajado, a velocidad de planeo de gaviota, de CK.
Más allá de que la mayoría de los beats que resonaban en su primer trabajo oficial no eran de su autoría (brindados en colaboración por beatmakers como Morbus, Paniik y Dubchizza) se podía prefigurar un estilo en donde primaban letras más introspectivas que incendiarias, devaneos filosóficos con marco teórico en el índice, beats y flow para escuchar más entre dos acolchonados auriculares que en el calor de un boliche.
NOSTALGIA DEL FUTURO |
Si intentáramos arrimarnos a una aproximación taxonómica, el sonido de VitaFatale (que después del Arjé se expandería en el DeFlorean, segundo título de lo que está pensado como una trilogía llamada The Big Blunt Theory) parece bordear el barrio del low fi, un subgénero del rap que en tiempos de los bajos profundos y los hi hat afilados del trap, se convirtió en su reverso más relajado y envolvente, con variados elementos del jazz, el neo-soul y una multiplicidad de referencias a la nostalgia noventosa cristalizada en sonidos de videojuegos, el sistema operativo Windows o programas del auge de la tevé por cable.
Esta leve bruma de nostalgia tiñe muchas de las canciones de VitaFatale, como así también sus referencias. Se entremezcla este sonido novedosamente retro con referencias que por momentos parecerían más propias del mundo de sus padres que de un álbum de cromos de la actualidad: citas variadas que van de Tristán Tzara a Heráclito, con extractos desperdigados entre los que incluyen la narración de “La noche de los feos” en voz de Mario Benedetti, un sampleo fantasmal de Los Olimareños en la incendiaria “Soledad”, o referencias directas a El Lado Oscuro del corazón en RSRVD, película que CK conoció por su padre (Jorge “Pollo” Medina, insigne letrista del carnaval uruguayo) y que lo marcó a fuego, más que nada por la profusión de imágenes poéticas llevadas a su literalidad.
PLANEANDO EN EL FOSO |
En esta extraña condición de ser adultos con espíritu de niños, y a la vez jóvenes con espíritu de viejos, se encuentra una de las insignias de VitaFatale.
Mili Milanss, que metió un feat con el dúo en un tema (“Glory days”) del DeFlorean dice:
—Para mí, VitaFatale logra sonar clásico y moderno a la vez, y es algo que yo valoro mucho porque no es tan fácil como puede parecer. Muchos fans de los 90’s suenan como si lo hubieran grabado en esa década, pero puede aburrirla un poco que el sonido sea así. Ellos tienen ese estilo, pero también las características buenas del rap contemporáneo.
Fausto Prieto, productor ejecutivo de Class & Co, un reciente proyecto discográfico que nuclea a varios artistas entre los que se encuentra CASS, señala este peculiar interregno, pero amplía el foco a fenómenos más allá de la banda en sí:
—En este último tiempo estuve viendo que el Hip Hop uruguayo cuenta de dos espectros bien diferenciados, en donde en el medio de ellos hay algo así como un precipicio gigante. Son dos territorios o regiones muy separadas, y de cierto modo esta distancia fue potenciada por la explosión del hip hop en este año. La grieta está en la definición de las personas que están por fuera de eso: los defensores de la cultura under del rap, y los que han abrazado nuevas formas de aproximarse al género, más pop, como Los Buenos Modales. Ambos sectores son más que legítimos, pero creo que en esa discusión los bandos están dados por marcos teóricos que por ahí están mal manejados.
Según Fausto, los VitaFatale vendrían a ser como unos extraños seres alados que planean en ese foso. Son una banda que queda entre medio de todo, un extraño eslabón perdido del rap nacional, aspecto que puede ser tanto su condena como su salvación, cuando alternamos entre los criterios de peso artístico y difusión y alcance.
CONTRARIOS PERFECTOS |
Pero esta dualidad también se da en el seno mismo de la banda. Sentado en la silla giratoria al mando del mouse de la computadora, casi inmutable, con la pierna encogida hasta dar la rodilla con su mentón, CK ajusta detalles de unas pistas en las que vienen trabajando, mientras CASS graba unas voces entre chistes, imitaciones, risas y un deambular de una a otra punta del escueto cuarto.
Al lado de la figura pensativa de CK (una mirada serena pero que a su vez no llega a ser cansina, con una voz que sale a través de su bufanda sólo en contadas situaciones), CASS, de estatura más baja y con un holgado gorro de lana, en ese saltar del suelo a la cama (no hay mucho espacio para otra cosa en el cubo rojo), parece algo así como un duende que se perdió del otro lado del arcoiris.
—En nuestro vínculo él es el abuelo sabio y yo soy el guacho rompebolas— dice CASS, mirando a su compañero.
CK lo mira, me mira, pega una pitada que casi quema sus dedos y con la garganta cerrándose por el humo del cogollo aspirado dice:
—Tiene una energía el Lucas… Le presentás un beat y ya te lo está escribiendo en el mismo momento. Yo me tomo mucho más tiempo en eso, soy más quisquilloso con las cosas.
Esta diferencia se nota a rajatabla en la grabación, donde CK permanece casi todo el tiempo en silencio, engarzando las piezas de lo recolectado, mientras CASS canta, salta con nuevas ideas y plantea reescribir lo dicho. Sin embargo, más allá de lo performático, ambas piezas tienen en común el haberse acercado a un terreno en donde la composición es lo que marca el camino de la aguja, aún habiendo sido los dos pergeñados dentro el universo del free callejero.
LA ASPIRADORA DEL SISTEMA |
Santiago Nuñez, organizador de las batallas de rap de Tres Cruces, conoce a ambos casi desde sus primeros pasos en el mundo del rap. “Ck quizás en su momento fue de lo mejor. En mi opinión fue el mejor freestyler de la movida. Hubo un momento que ganó abundantes callejones (me refiero al Callejón 18). No tenía un estilo de batalla, sino de freestyle. Eso le hacía ganar muchas veces, no por su actitud, sino por lo que rapeaba e incluso transmitía”.
Al preguntársele por ciertas minucias que marcan el estilo y hacen a uno un caballo ganador en las batallas, dice
—A veces le jugaba en contra el tema de que se colgaba más en el free que en la respuesta, y en una batalla, el no atacar muchas veces resta. En una batalla de freestyle CK seguro te daba vuelta, pero en una batalla de punchlines le costaba un poco más. Es lo que tiene ser freestyler y no batallero, los rivales que le batallaban estilo Deig G o Punisher tenían más chances de ganar que el propio CK por un tema de actitud. CK era más tranquilo y no tan contundente. La cosa era cazar su filosofía.
El problema de ser un ave con ánimo de vuelo entre gallos de pelea. En tiempos actuales, aún siendo parte del sedimento originario de muchos de los raperos que se medían en batallas de freestyle, tanto CK como CASS están más concentrados en la composición a intramuros que en la alta competencia.
CK: — Justo ahora estamos en un momento de cueva. La idea era sacar el último disco de una trilogía y nos pasamos de rosca y al final vamos a sacar el cuarto antes del tercero.
CASS agrega: —Ese cuarto es el comienzo de algo más aleatorio, y el tercero que se vendrá después es como el cierre de The Big Blunt Theory, que vendría a ser el proyecto que contiene a Arjé, DeFlorean y este último, que se va a llamar Teoria del caos. Lo que pasó es que empezamos a componer unos temas que no iban para ahi y se juntaron varios y ese disco lo queremos trabajar bien porque es el cierre de ese ciclo”.
Se instala un breve silencio y CK dice:
—Es como un disco que se nos cayó mientras íbamos caminando.
BICHOS DE CUEVA |
Están tan concentrados en todo lo que sonará sus próximos dos álbumes que resulta inevitable pedirles que muestren algo del material. Luego de varios clicks y discusiones por quién de los dos tiene la versión más definitiva de un tema, aparecen las composiciones. Es interesante porque en esta dinámica obtenemos una versión sin depurar de lo que son el perfil y los proyectos de CK y los de CASS por separado.
El primero muestra su nuevo material y un sample de sintetizadores ochentosos, bordeando el Vaporwave, se encaraman al ritmo de unos snares con un delay parecido al dub que se acopla con un bajo espesísimo, de esos que se sienten más en el estómago que con los oídos. El sonido es más gordo, sintético y húmedo que todo lo que venían haciendo los VitaFatale en sus anteriores trabajos.
—Va por ahí el ambiente, me encantan esos bajos bien gruesos —, dice CK.
Son esos bajos que vibran en la planta de los pies, tan graves como para hacer a los perros despertarse en la intimidad de sus cuchas.
Más allá de los estrictamente rapeable, el recorte parece una sección ambiental, mucho más espacial de lo que hubiera hecho la banda antes. A su vez, algo mucho más sintético, hondo y espeso de sus anteriores beats -mucho más chill y relajados- que el Arjé o DeFlorean. CASS, con el entusiasmo de un niño que te agarra el brazo para que lo mires, dice:
—Ahora te voy a mostrar lo que estoy laburando yo.
Aparece un beat donde una base brasilera crece como esos hongos de Discovery Channel reproducidos en cámara rápida. El extracto de Vinicuis de Moraes, a diferencia del sample proporcionado por CK, muestra sus costuras: en sus cuatro segundos de duración, cada vez que se acaba y retoma, el loop es como si la púa hubiese saltado sobre el vinilo. Y sin embargo se escucha tan bien. Uno podría hasta imaginar a alguien bailando sincopadamente una y otra vez sobre la misma secuencia, y en esta ocasión, el swing se mantiene a la perfección.
A diferencia de la base de CK, donde todo parece como un esfera pulida y perfecta, el sample de CASS brilla en sus rusticidades. De hecho, nada podría parecer más lejano que estos beats profundos y sintéticos de CK, al estilo analógico, casi manual de CASS, armado en base a unos vinilos proporcionados por Mateo Dellepiane. “La carpeta en que esto está grabado se llama “Gracias Mate” ”, dice.
LO ORGÁNICO Y LO SINTÉTICO |
La diferencia no va meramente en estilos musicales. Cuando se les pregunta a los dos por la primera memoria de su vida, CASS responde: “La mía es de cuando todavía vivía en Marindia. Cuando era chiquito tenía un fondo de cañas de tacuara como a 150 metros atrás de mi casa. Era un salvaje. Me metía para el fondo con una honda y me quedaba todo el día practicando el tiro al blanco”. Más tarde, CASS, encargado de la concesión de una cantina en la UTU de Brazo Oriental, mientras apura su tranco en una Avenida Rivera tapada por una densa llovizna, me contará la difícil transición de mudarse a Montevideo a sus 12 años, cómo a los pocos días de conocer su nuevo instituto educativo empezaría a entrar y salir de la dirección, fruto de peleas con sus compañeros de clase.
El recuerdo de CK -que sostiene su techo trabajando en un call center de Pedidos Ya, con un horario laboral extraño que lo lleva a desvelarse -y componer- en su casa la mayoría de las noches, va por otra vía: “Tengo el recuerdo de una vez que mi viejo se enojó y tiró el Family por la escalera. Mi hermano estaba jugando abundante y se ve que se mandó una cagada, y entonces mi padre, caliente, tiro el Family por ahi, y yo, que estaba jugando a la Mortal Kombat 4 en la PC, quedé de cara”.
En estos dos recuerdos se muestran las divergencias complementarias del binomio de VitaFatale. Por un lado, CASS y su universo salvaje, espontáneo y naturalista: alguien que nunca dejó de ser ese chico que deambula entre el laberinto de cañas de tacuara. Y por el otro CK, presenciando el drama desde la lejanía de su computadora, concentrado en el caer de una consola de videojuegos por los escalones de su escalera. Así, casi tan estático como está ahora, una gárgola tallada sobre la silla giratoria. Casi podría decirse que se encuentra ahí el espíritu cuasi analógico, espontáneo y juguetón de CASS y aquellos sonidos digitales, densos y metódicos de CK.
Entre ellos, tan diferentes, hay sin embargo un extraño sistema de contrapesos que parece complementarse a la perfección
¿COMO ESTUVO ESE BAÑO SOCIO? |
Cuando se le pregunta qué leen, CK, estudiante del IPA de filosofía, responde que es fan de Nietzsche y Schopenhauer, y de paso habla de las razones del término Arjé, y cómo los griegos como Heráclito o Anaximandro intentaban explicar el mundo a través de algún elemento. Pero CASS no tiene problema en decir que sólo leyó un libro en su vida (Los Cuatro Acuerdos, de Don Miguel Ruiz).
En este sentido, a su vez, CASS siempre parece estar seduciendo, abriendo el abanico de proyectos e ideas que tiene entre manos, mientras que CK permanece en silencio a no ser que le preguntes algo específico. Algo a su vez de hermano menor en la manera en que CASS despliega, esperando la reacción de CK, en la misma medida que por momentos interviene como si fuera una figura maternal.
(Una pequeña apostilla: en la segunda entrevista, para ver cómo es el proceso de grabación de un tema de VitaFatale, en la casa de CK me recibe CASS, y tras estar un buen tiempo sin aparecer el anfitrión, cuando entra en escena -la toalla colgada sobre los hombros y los rulos teñidos de rojo pegados al cuero cabelludo, casi nunca exhibidos en aquellos perpetuos gorros de lana o capucha- le pregunta “¿cómo estuvo ese baño, socio?” y el otro responde “fah, ñeri, tremenda ducha”).
A pesar de esta casi perfecta unidad creativa, surgen preguntas: cuál es el lugar para una banda tan peculiar como VitaFatale en un escenario donde los nichos del hip hop van polarizándose cada vez más. ¿Qué pasa con esos chicos que empezaron rapeando en las calles y después se fueron adentrando en su cueva, cada vez más deslumbrados por el beatmaking y lo musical que el rapeo en sí?
LA GRAN BALLENA |
(Comenta, en un momento, Cass: “Yo dejé de escuchar hip hop. Escucho vinilos, hago hip hop porque me gusta hacer hip hop, pero no me considero un super consumidor del género. Me dediqué por un tiempo a buscar qué era lo que más me gustaba de Uruguay, ponele, y escucho eso y tengo contacto con la gente que escucho, porque me gusta generar un vínculo con la gente que hace, pero ahora estoy escuchando otras cosas, como el último disco de Bándalos Chinos”. Comenta, en otra instancia, CK: “La verdad es que a mi me interesa mucho estar en casa armando cosas que hacer toques. Tocar en vivo requiere mucho ensayo y mucho tiempo, y capaz que en ese tiempo preferiría usarlo para estar componiendo”).
Al revisar canciones suyas, el cambio en calidad, sonido e ideas entre sus primeros trabajos y estos últimos dos discos que tienen entre manos es asombrosa, quizás demasiado asombrosa para una sola banda en tan poco tiempo. Cuando hablan sobre pormenores y canciones grabadas, suenan como los integrantes de una banda reunida tras 50 años de formación que recuerdan temas viejos: no se acuerdan del todo en qué condiciones grabaron el tema, discuten al evaluar quienes colaboraron, sonríen ante un arreglo que hoy en día no usarían.
Y toda esta prehistoria entra en tan sólo dos, o tres años.
Da miedo pensar a VitaFatale como algo que va tan veloz, que se transforma tan constantemente que puede terminar por pisar sus mismos talones y caer de un momento a otro. Pero en otros momentos está la magia, la apertura de la boca de una gran ballena que parecería absorber todo a su paso.
LA ABSORCIÓN DE LA ESPONJA |
En uno de esos instantes, opuestos a la imagen clásica del millenialismo como fuente de chicos brillantes pero perpetuamente desconcentrados o pendientes de lo que sigue, comento la similitud de una base con el disco An empty bliss beyond the world, de The Caretaker, y CK pone el disco en youtube y los dos se quedan escuchándolo en silencio. Es un álbum cuyo leitmotiv consiste en pasar sonidos de vinilos y fonógrafos al borde de su desintegración, en loops eternos y melancólicos, como un intento de reproducir el mundo interno de la memoria en proceso de desintegración de pacientes con alzheimer. Digamos: no es el disco más festivo o seductor del mundo. Y sin embargo CK y CASS se quedan ahí, escuchando con sumo detenimiento cada vuelta del mismo loop, por más de quince minutos, en el silencio más respetuoso que le haya visto a un músico.
No es el silencio de un colgado, ni siquiera es el silencio de esos tres o cuatro porros que nos venimos fumando desde que llegué: es el silencio de dos pibes sacando diez puertos USB cronembergianos, hechos de carne y tendones, desde la base de su nuca a la computadora.
ROBANDOLE EL WIFI A DIOS |
Es difícil precisar cuál es el futuro de una banda como VitaFatale, pero por el momento se resume a esto: dos pibes en un cuarto, robándole el WiFi a un Dios ignoto, embarcados a una velocidad sideral sin moverse de donde están sentados.
Cuando me despido de ellos, CASS me acompaña a la puerta y comenta con un tono demasiado paternal para alguien de veintipocos años:
—Cuando me enteré que ibas a venir a entrevistarnos caí unas horas antes y le hice el cuarto al Cekita.
—¿Estaba muy desordenado el cuarto? — le pregunto.
—No, es que no había nada, todos estos estantes y la ropa ordenada… nada de esto estaba. Le dije al CK que me diera un rato y se lo armaba todo de cero.
Y ahí lo veo, como por primera vez, en una especie de caos ordenado, el tetris improvisado de tablones, libros, pantalones deportivos, una bicicleta, discos, tres camisas colgadas de un clavo a la pared: la tezón de un mundo pariéndose a sí mismo.